Intento encontrar "mabres" (Herrera, Lithognathus mormyrus) en el mercado de Terrassa y es imposible. Se encoge de hombros el responsable de una de las paradas, con quien comento la situación. La respuesta es de que "la gente" no conoce este pescado.
Al hacerle ver que es un pescado tradicional, que se puede cocinar como el besugo a la vasca -lo ofrecían en algun momento en el menú de la Euskal Etxea de Barcelona-, lo pueden recomendar e informar a sus clientes,...-todo ello dicho como comprador y no como alguien que va a vender- se expresa en la cara del vendedor tal falta de ilusión, de profesionalidad que encoge el alma.
Así nos limitan a comprar una gama limitada de especies, a no saber ni disfrutar de la variedad de los alimentos y por tanto de la vida. También al mismo tiempo no fomentan su negocio ni su prestigio ni su propio orgullo como profesionales.
Esta situación se repite en tantos alimentos que no llegan a los mercados: truchas que no sean asalmonadas -llevan colorantes artificiales-, queso tierno de Mahón en el mercado catalán -gran consumidor tradicional y en el que es cada vez más dificil encontrarlo - y a ser posible por parte de los productores con el estilo tradicional, salado, y no alguno que ahora se vende que ya no mantiene sus características tradicionales-, embutidos de calidad, ...
Acogidos al repetido lema de "sota, caballo y rey" la distribución niega a muchos productores el acceso a los mercados y a los consumidores el placer de disfrutar y aprender.
Sobre este tema es interesante consultar "Andando por el cielo..." como muestra de tantos consumidores que no estamos en el mejor de los mundos posibles como se nos quiere vender.
Un consuelo espiritual que me autoadministro es la musica de la griega Irene Papas, un mercado el griego donde parece que se exporta la mabra a muy buenos precios pues allí si que la saben apreciar.
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