El viaje que estos días inician los argentinos Fede y Agusto Borghini por Vietnam, que explican con detalle interesándose por los países que visitan y como las personas viven en ellos, me lleva a reflexionar sobre la importancia de la curiosidad como ingrediente en mi vida.
La curiosidad lleva a hacerse preguntas, a querer descubrir nuevas personas, productos, lugares,... Amplía nuestro campo de intereses, nos ayuda a comprender como funciona el mundo
Sorprendentemente, la defensa de la tradición está cada vez más ligada a la curiosidad.
En un mundo sin fronteras, con cambios generacionales enormes y con el abandono de antiguas maneras de vivir, que no están tan lejanas cronológicamente, mantener las tradiciones y recuperar los conocimientos y tradiciones perdidas exige curiosidad y ser capaz de valorar lo positivo de maneras de vivir y enfrentarse al mundo que permitieron a nuestros mayores salir adelante.
En el campo de la alimentación recuperar los productos perdidos por el descontrol -los cangrejos autóctonos por ejemplo, las angulas como alimento no elitista, ...- o la desidia -poder comer trucha natural sin que sea asalmonada, disponer de productos variados en las tiendas y no de una repetición incansable de las mismas grandes marcas comerciales con sus productos clónicos,...- supondría cambiar nuestros valores, respetar el entorno físico, valorar a los productores,... en definitiva mejorar nuestra vida.
Que esta necesidad está en la preocupación de mucha gente lo muestran opiniones recientes como las de Josep Sucarrats
Descubrí a Erik Satie de joven gracias a Blood, Sweet & Tears -le rendían homenaje en su disco más conocido-. Para mi es un ejemplo de modernidad permanente, nutre de ideas a las siguientes generaciones.
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